Por: Jaqueline Almodóvar y Gilberto Galván
En los grandes conflictos o escenarios que ha tenido que librar la humanidad en las últimas décadas siempre el fútbol ha estado presente. En su papel de bálsamo, la pelota saca sonrisas en la mayoría de los casos, ésta era la situación del equipo italiano.
Con casi 113 años de existencia (los cumplirá el próximo 17 de octubre), la Atalanta de Bérgamo estaba firmando una de las mejores temporadas de su historia. Convirtiéndose en un equipo vistoso a las órdenes del veterano de los banquillos Gian Piero Gasperini, ‘La Dea’, como también se le conoce había accedido por primera vez a la UEFA Champions League, el torneo de clubes más competitivo del orbe.
Tras perder sus primeros tres encuentros, se les dio por muertos, sin embargo, los nerazzurri reaparecieron y alcanzaron a clasificarse a la ronda de los Octavos de Final, instancia donde medirían fuerzas contra el Valencia español. El duelo creó muchas expectativas, ya que antes de esto La Dea le había realizado partido al mismísimo Manchester City de Pep Guardiola, además de contar con la etiqueta de ser el segundo equipo con más goles anotados dentro de las cinco principales Ligas del Viejo Continente.
Además, el estilo con el que predican el juego los transalpinos es digna de atención, Gasperini maneja un cuadro híbrido, que nunca deja de atacar, algunos denominan el juego del Atalanta como ‘un desorden ordenado’.
Llegó el 19 de febrero y la escuadra italiana encararía la serie más importante de su historia a 60 kilómetros de su tierra, en Milano. ¿La razón? Su estadio no cumple con los estándares impuestos por la UEFA y disputarían sus partidos como local en el mítico San Siro.
Un trayecto normal de 50 minutos desde Bérgamo hasta la capital de Lombardía se convirtió en un viaje de tres horas para la pareja de Alejandro “Papu” Gómez. El amor por el fútbol y su club está impregnado en el alma de los bergamascos y nadie quería perderse tal hito. Se cree que 40,000 personas de 120,000 (población oficial de la ciudad) viajaron hacia Milano en carros, trenes y autobuses dónde registraron la mejor entrada de su historia con poco más de 45,000 hinchas, con 2,500 de valencianos añadidos.
El partido fue una delicia para ellos, su Atalanta había derrotado 4-1 a los Naranjeros, con lo que dejaban la eliminatoria encarrilada para la vuelta. Todo era abrazos, brindis con cerveza, besos y felicidad absoluta. Del otro lado del planeta se escuchaba sobre una nueva enfermedad que había puesto en jaque al gigante asiático China, sin embargo, eso no importaba ya que ese momento era único.
Y, de pronto, el mundo empezó a cambiar. Esa enfermedad llamada coronavirus comenzó a inquietar a todas las naciones. Propiamente, dos días después del histórico partido se detectó el primer caso en la región de Lombardía. Las medidas se empezaron a tomar quitándole al fútbol su alimento, el público…se dudaba que la vuelta se pudiera jugar, sin embargo, un mes después un Mestalla solitario en sus butacas fue testigo de un trepidante 3-4 con la actuación soberbia del caudillo Iličić. La adrenalina estaba en su punto máximo en los jugadores de “La Dea”, sin embargo, no se olvidaron de su tierra golpeada por el Covid-19 y en su festejo, mostraron una camiseta con la siguiente leyenda: ‘Bergamo, É Per Te, Móla Mía (No te rindas, en dialecto de Bérgamo).
La humilde Atalanta había avanzado a los Cuartos de Final de Champions, algo histórico, aun así, su mundo giró por completo cuando aterrizaron en casa.
“Llegar a un aeropuerto semidesértico, cuando normalmente habría fanáticos esperándonos, y luego encontrar las calles vacías fue un duro golpe para el corazón”, fueron las palabras del defensor Mattia Caldara al principal diario de la región, L’Eco di Bergamo.
“Llegamos alrededor de las 3:30 de la mañana del jueves e inmediatamente me di cuenta de que nos habíamos sumergido en una realidad que sabíamos que era terrible, pero no en este momento”, dijo Gasperini al Corriere dello Sport.
De pronto y como si la vida se hubiera ensañado con ella, la ciudad de Bérgamo empezó a recibir un golpe tras otro. El alcalde Giorgio Gori catalogó al partido celebrado en febrero como una ‘bomba biológia’.
Francesco LeFoche, profesor de Reumatología de Ciencias Biomédicas, en la Universidad de La Sapienza, explicó más a detalle la situación a Il Corriere dello Sport.
“La congregación de miles de personas, a dos centímetros una de la otra, aún más asociada a las entendibles manifestaciones de euforia, gritos, abrazos, puede haber favorecido la replicación viral”, apuntaba.
“Me refiero a una expulsión de grandes partículas virales a gran velocidad desde las vías respiratorias superiores, la boca y la nariz. Estamos hablando del énfasis colectivo de un partido histórico. Debo imaginar que casi todo el mundo acudió a ese partido, probablemente incluso asintomáticos y febriles”, añadió.
Y así, de la felicidad Bérgamo se sumió en un túnel de pesadilla que parece interminable. Mientras en una jornada normal L’Eco di Bergamo reservaba una página y media para colocar los obituarios de las personas fallecidas, un vídeo escalofriante estremeció al mundo. Era un ejemplar del diario con 10 hojas dedicadas a anunciar el fallecimiento de bergamascos.
En las calles impera un silencio ensordecedor, sabedor del luto tan doloroso que atraviesa la ciudad. Sólo es capaz de romperlo el estruendo de motores de camiones militares y las sirenas de las ambulancias que cruzan la ciudad transportando ataúdes para incinerarlos en otros crematorios dónde no haya tanta saturación, ya que el principal de la ciudad está al límite, donde se tiene capacidad para incinerar máximo 25 cadáveres diarios y al día fallecen cientos de personas.
Aunque resultara sombría incluso la posibilidad de pensarlo, no hay manera de no hacerlo ¿Su querida “Dea” había sido una de las causantes de tan horrible destino?
La esperanza y su mística de nunca rendirse siguen en el corazón de cada bergamasco, sin embargo, la pesadilla que viven los hace pensar en cosas que, en situaciones distintas, serían una locura. Hay familias que prefieren que sus enfermos vean su última luz en sus hogares, para así tener la posibilidad de al menos, despedirse de ellos.
Los tifosi principales del Atalanta han dado una muestra más de lo incondicional que es su amor no sólo por el club, por Bérgamo. En 10 días, construyeron un hospital en conjunción con autoridad italianas. A fin de cuentas, el barrio siempre estará para ti.
Su espíritu les indica que tarde o temprano la situación mejorará sin que esto represente el dejar de sentir lo que ha pasado. La herida siempre estará abierta y nunca volverán a ser los mismos, pero de eso a culpar a su preciado equipo y darles la espalda, nunca.
Y cuando el fútbol, “la cosa más importante de las menos importantes”, como apuntara Jorge Valdano regrese, estarán listos para alentar y conquistar junto a sus jugadores no sólo Italia, Europa entera.
Por lo pronto, Móla Mía…