El consumo de sal de mesa, igual que el de la cocaína, induce un cambio en el tejido nervioso del hipotálamo, provocando un exceso de las hormonas dopamina y orexina en la sangre, responsables de la sensación de placer y satisfacción.
Según estudios es mínima la cantidad de gente que sigue los consejos de la Organización Mundial de la Salud que recomienda consumir de 5 a 7 gramos de sal al día.
El sobreconsumo es peligroso por provocar un aumento de la presión arterial, que se transforma con el tiempo en hipertensión crónica. Pero ante todo forma un círculo vicioso, activando y multiplicando los neurotransmisores que propagan por el sistema nervioso la señal de que con mucha sal se vive mejor. Como respuesta, el organismo exige más sal.
Los cardiólogos califican la situación de alarmante y urgen en un comunicado a «que las autoridades sanitarias tomen medidas ante esta problemática». Ante todo creen necesario que siga intensificándose la regulación de la cocción del pan: uno de los productos responsables de las ‘sobredosis’ de la sal. La reducción de un gramo al año de la sal presente en los productos horneados podría normalizar el consumo con el tiempo.