Un suceso trágico suele confirmar una tendencia, por lo regular. Aunque existen excepciones, en ellas Rayados no entra.
Lo que parecía ser un sueño de todos, se convirtió en la peor de las pesadillas. El Al-Ahly venció al Monterrey, basando su estocada en subsistir en bloque medio-bajo para robar y transitar a velocidad, guiados por una idea de juego clara y ejecutada mejor.
El contexto asfixiaba a los albiazules, aunque la ilusión por hacer de esta una participación histórica y de cierta forma, la presión por lo conseguido por Tigres el año pasado, presionaba al equipo de Javier Aguirre a alcanzar puntos nunca antes caminados por ellos.
Encontrando errores en la lectura del rival, sumado a la elección de nombres (cuadro inicial y suplentes), la poca sensibilidad al momento de virar el timón de un barco que se hundía ante las corridas egipcias y al final, la crónica anunciada de un equipo que poco aporta cuando debe atacar posicionalmente, llegó a su punto máximo.
Las lágrimas de los hinchas lo decían todo, sus rostros largos parecían reflejar su película propia, pensando en todas las cosas que hicieron para poder estar en Abu Dhabi. La liga quedará para el ‘Vasco’ pero lo que se avecina no esperará a México, ya comenzó.
Si la manifestación contra los autobuses donde se transportaba al equipo de su sede de entrenamiento al hotel se ve como algo desmedido, esperen al primer juego en el BBVA.
Con bajo nivel individual que no suma al colectivo, Javier Aguirre enfrentará una crisis de identidad, no propiamente de su persona, sino del grupo al que dirige, ya que los últimos 20 minutos ante el Al-Ahly fueron grises, de una escuadra sin alma, como si la oscuridad los hubiera consumido.
Soñar en grande no cuesta nada pero para hacerlo, debes construir los escalones para ellos.
El Monterrey se vio a las puertas del cielo y terminó cayendo al abismo.