El matrimonio silencioso, aquélla protección del padre al hijo que parecía ser incondicional, se rompió.
Jürgen Damm anunciaba en conferencia de prensa previo al partido contra el Alianza de El Salvador que en Junio del presente año abandonará a los Tigres, luego de cuatro años de ganancias cuantitativas (copas) y pérdidas cualitatativas -goles, asistencias y minutos jugados- para él ya institución.
Quién haya visto o escuchado las palabras del técnico Ricardo Ferretti en aquélla rueda entendía perfectamente el rechazo instantáneo a la decisión que el extremo había tomado, las palabras del ‘Tuca’ externaban el sentir de los felinos, sentirse traicionados.
Y no era para menos, ya que Damm podría considerarse el niño protegido del DT brasileño, dedicó horas extra a la práctica de sus centros, característica de él tan criticada en su paso por el conjunto auriazul. Los minutos fueron disminuyendo paulatinamente y aún así, salvo esporádicos episodios de vinculación con las Chivas (a quién no vinculan con el Rebaño Sagrado) nunca se barajeaba en los mercados de pases alguna transferencia del mexico-alemán.
Sin embargo, quien considero como el mejor presidente y hombre de negociación de México, se equivocó rotundamente en sus declaraciones.
Miguel Ángel Garza declaró: “Si ya se bajó del barco, que Dios lo bendiga”. Acto seguido, Jürgen citó un tweet de una cuenta asociada a un periódico nacional con las palabras de su aún ‘jefe’ y contestó:
“Yo en ningún momento me bajé del barco, solamente les hice saber con mucho respeto que no renovaría contrato. Mi intención, por cariño a la institución, era dar a conocer la noticia al final del torneo, pero me hicieron ir a conferencia a anunciar la situación. Sigo en el 🛳🐯”
Esto llevó a la insinuación de una novela. Les diré algo, la cabeza de un club no puede salir a declarar eso.
Sin duda alguna Garza se equivocó, una institución seria y comprometida como Tigres no puede tratar de esa manera a uno de sus elementos más leales.
El jugador tiene todo el derecho de buscar una mejor calidad de vida, esto incluyendo a lo que considero una de las principales razones de su dimisión, su falta de capacidad para lidiar con la presión que le ejercían afición, equipo y prensa.
Simplemente, el muchacho no pudo cumplir con las expectativas que se le generaron. Un jugador con una velocidad única en el país, pero carente de toma de decisiones correctas en los últimos metros del campo.
Es cierto, el dorsal 25 puede tener en su baúl centros memorables que son historia para el club como aquél a Dueñas para abrirle paso a la Navidad más feliz para los ‘Incomparables’, sin embargo, la inversión resultó en números rojos en vez de negros.
Para terminar, avisado entre líneas que no cuentan con él más este semestre, una alerta de posible influenza o coronavirus le pusieron un broche de oro a la semana más polémica posiblemente de su vida.
La bendita (y maldita) vida del futbolista.