Sería muy difícil -o imposible- entender la grandeza del Real Madrid sin Sergio Ramos.
16 temporadas como ‘blanco’ y unas menos con la cinta en el brazo acreditándolo como jefe de la defensa, son el legado que a sus casi 35 años, probablemente seguirá extendiéndose.
Hace unas semanas, el de Camas está en la polémica del ‘Planeta Fútbol’ (raro en él). La prestigiosa revista France Football lo ha colocado en la terna por el Balón de Oro Dream Team, a la altura del ‘Kaiser’ Beckenbahuer, Baresi, Cannavaro, entre otros.
Sergio posee argumentos para estar ahí y quienes admiran al ‘vikingo’ de la Casa Blanca, lo colocan como el número 1 de todos los tiempos. Sin embargo, como buen actor principal, sus detractores lo mencionan como moda y señalan que su nombre ni siquiera debería pertenecer a la terna.
Pero, ¿qué representa Sergio Ramos? El capitán es el alma del Madrid, uno de los factores decisivos en ambas áreas, quien planta cara a la adversidad y sale airoso a las batallas importantes.
Aquél gladiador que conquistó la imperial Lisboa en el ocaso del partido de la ‘Decima’ y comenzó el camino dorado de aquél poderoso conjunto merengue.
Aquél bombero que apagó el violento fuego en el Camp Nou al perforar la meta culé y salvaguardar su trayecto hacia una nueva liga.
Pasó Ancelotti, Benítez, Solari y Zidane en sus distintas etapas pero siempre estuvo Ramos. Porque esa es su característica, siempre está.
Aunque no alineara, el silbido del español te ayuda a conectarte al partido, te orienta, te indica si acelerar o atrasar el juego, te acompaña.
Defensor central, lateral o contención, innegable condición de muralla en los momentos cumbre, porque los escenarios grandes…son para los grandes.
Portento de jugador que mejora en facetas distintas y alejadas de su posición. Más especializado en penales (27 en total) al perder a Cristiano y superando aquél fatídico episodio frente al Bayern.
Por los aires, no hay quién le haga sombra alguna. El Bernabéu, sabedor de su enorme capacidad, corea -cuando podía- su canción:
“Y Sergio Ramos mete gol, lo, lo, lo, lo…”
Con ayuda de sus compañeros, peleando contra todos, el gran capitán blanco arribó a sus 100 goles como jugador del Madrid.
Aquél jovencito que llegó del Sevilla por 30 ‘kilos’.
El infante que, a su llegada, pidió en su espalda el peso del dorsal 4, perteneciente a Fernando Hierro.
El niño que se hizo hombre en Valdebebas, que erigió su legado con el Madrid, que lideró a su Madrid a la conquista de Europa (de nuevo) y aquél que gestó ‘noches mágicas’ donde fuese que volara.